Estoy en Kenya para fotografiar una historia sobre lo que está pasando con las elecciones. Hay mucha violencia en este país, todos llevan armas cuando caminan por las calles. Ahora, miro un chico que corre por las calles. Se está divirtiendo mientras un grupo, al otro lado, protesta el nuevo presidente. Puedo oír los motores de unos vehículos grandes. Miro y puedo ver que algunos militares vienen y salen de los autos con armas y espadas. El grupo de manifestantes retrocede, pero no deja de gritar. La calle es muy estrecha y por eso, el niño está atrapado en frente del grupo, sin manera de escaparse. El grupo todavía no acaba de protestar, entonces los militares comienzan a reprimir a la gente. El chico no tiene ningún lugar donde huír de la escena. Un militar viene enfrente del chico, y sin emoción corta el cuello del chico con su espada y mata a otra persona sin mostrar ningún remordimiento. Se mueve como un robot, matando a la gente con la misma acción monótona, cubierto por la sangre de sus víctimas. El niño se queda en la tierra donde se cayó, muriendo. Nadie le presta atención al joven. Después de que salen los militares, la calle está muy tranquila. Algunos hombres caminan por la calle con espadas, y es el único movimiento que puedo ver. No sé cómo escaparon a los militares. Van hacia el cuerpo del niño y lo miran con expresiones vacías. No hay nada que puedan hacer, entonces solo lo miran, sin poder cambiar lo que pasó. Y yo, yo sigo sacando fotos de lo que occurió para que el mundo tenga una historia verdadera de lo que pasó hoy en este pueblo.
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