Ese martes el circo estaba lleno. El anfitrión anunció con orgullo al Doctor Chispita. Cuando salió, las personas esperaban saltos y payasadas pero sólo tuvieron un serio personaje explicando la esencial diferencia entre las vacunas para tigres y elefantes. La gente empezó a abuchearlo una niña en la primera fila lanzó con sorprendente fuerza un afilado lápiz al astuto doctor. La punta del lápiz se clavó en el pie del payaso. Sin entrar en pánico, Chispita, convencido de sus destrezas como doctor, saltó lentamente a la jaula de los leones para utilizar una de sus uñas y sacar la encrestada punta. Cuando los verdaderos paramédicos llegaron al circo, el doctor Chispita ya era manco.
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Hace 9 años
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